Intervención Psicosocial en Niños con
Cáncer: Animación y Aulas Hospitalarias}
Por
Lic. Karen Silvana Flores Quisbert
Psicóloga
Estudios
sobre los efectos de la hospitalización que se producen en el niño comenzaron a
principios del siglo XX. Surgieron los términos “Hospitalismo” y “depresión
anaclíitica” para describir la mayor mortalidad y gravedad de sintomatología
producida por la privación de estímulos adecuados de niños criados en
hospicios. Debido a éstas observaciones, surgió a mediados del siglo, la
preocupación por las necesidades del niño hospitalizado. A partir de los años
80 se redactaron diversos documentos con el objetivo de determinar los derechos
de los niños hospitalizados y de sensibilizar a los distintos profesionales
respecto a las necesidades asociadas a la hospitalización. Algunos ejemplos los
encontramos en la Carta Europea de los Derechos del Niño Hospitalizado
(aprobada en 1986), Recomendaciones sobre la Hospitalización Infantil aprobadas
por el Comité hospitalario de la Comunidad Económica Europea el mismo año.
Actualmente
existe acuerdo en que la hospitalización puede ser un acontecimiento estresante
que repercute negativamente en el desarrollo del niño. Para él, representa un
cambio de medio en el cual puede asumir diferentes actitudes: sentirse
abandonado, solo y estar propenso a desarrollar estrés, ansiedad, miedo, rabia
y aislamiento social. Pueden surgir signos de interés clínico como llanto
prolongado, retraimiento, depresión, miedo, rabia y sentimientos de soledad,
abandono y culpa. Estas alteraciones pueden conducir a la vez al empeoramiento
del diagnóstico, obstaculizando gravemente el proceso de recuperación de la
salud.
En éste sentido, se han realizado diferentes
acciones para mejorar las condiciones hospitalarias y proporcionar una atención
individualizada y coordinada de los distintos profesionales, favoreciendo la
adaptación del niño al contexto hospitalario y reduciendo las posibles
repercusiones negativas en el niño y su familia; dos de las cuales tomamos en
cuenta en éste momento como fundamentales para brindar una atención integral en
salud: Las aulas y animación hospitalaria.
La
práctica de animación hospitalaria surge en Estados Unidos en la década de los
70 a cargo del Dr. Hunter (Patch) Adams. (Jaluff y Panizza, 2012; Baliari,
Rosado, 2010). Su práctica se ha expandido por el mundo rápidamente, formando
parte de diferentes ámbitos sanitarios, buscando que los pacientes y sus
familiares tengan una estadía hospitalaria y tratamiento más ameno (Nogueira,
2006). Éstos programas consisten en la planificación progresiva de un conjunto
de actividades, con el objetivo de satisfacer las necesidades planteadas por el
niño y su familia frente a la experiencia de la hospitalización, incrementando
con ello el bienestar del niño y sus padres. Su visión “generar un nuevo
concepto de convivencia en los centros de salud, en el que tanto los pacientes
como los colaboradores del hospital entiendan su estado de salud con una
sonrisa”. En varias investigaciones se concluyó que las dinámicas de animación
hospitalaria son “una herramienta más en el proceso asistencial que mejora la
calidad de la hospitalización, siendo muy bien recibida por el niño y su
familia” (Gutierrez y Friedler).
Con
la animación hospitalaria se destaca la estimulación social y física, juego
estructurado, incremento del contacto familiar, promoción de la confianza en el
personal de salud, mantenimiento de una apariencia física adecuada, minimizar
las ausencias de los familiares, hablar sobre la enfermedad y cómo responde el
organismo al tratamiento.
Se
ha comprobado científicamente los beneficios de los programas de animación
hospitalaria al reducir la
vulnerabilidad al estrés, potenciar la habilidad para afrontar la ansiedad y
desarrollar o mantener el sentimiento de competencia que facilita de forma
eficaz en los niños y sus padres, así como en la institución hospitalaria al
reducir las estancias en el hospital, las necesidades de medicación,
disminuyendo de esta manera los costes económicos de la hospitalización y la
necesidad de servicios médicos posteriores, visualizándose en la disminución de
enuresis, las pesadillas y el llanto, además del incremento de la comunicación
con los padres, el personal de salud y sus iguales (Calmez, Regalado, Guevera,
2008 en Ortigosa et al. 2009, Dionigi Flangini, Gremigni, 2012).
El
objetivo de los animadores hospitalarios es el de “acompañar al niño hospitalizado
hacia un estado lúdico, en el cual el paciente sea un participante activo capaz
de elaborar su situación de enfermedad e internación hospitalaria, creando un
espacio donde pueda exteriorizar sus ansiedades, sentimientos, como así también
comunicarse libremente” (Skrbeck y Andrusiewics,2014), todo ello por medio del
juego como un instrumento con tres funciones: recreación, expresión y como un
medio terapéutico brindándole la oportunidad al niño de asumir un rol activo en
la toma de decisiones en su estancia hospitalaria. Especialmente estimula el
desarrollo sensorio motriz, intelectual, social, moral de la creatividad y de
la autoconciencia del niño (Palomo Blanco, 1995).
Sin
embargo, se ha observado la complementariedad de los programas de animación con
las llamadas “aulas hospitalarias”.
Las
Aulas Hospitalarias son las unidades escolares surgidas dentro del hospital,
con el objetivo principal de atender escolarmente a los niños hospitalizado. En
ella se aúnan dos derechos fundamentales: el de educación y el de la salud.
Derechos que cobran toda su dimensión humana cuando se trata de niños que
sufren, que tienen miedo, que pueden sufrir aislamiento o que pueden ver
retrasado su desarrollo intelectual y psicológico, si les falta la educación.
Representan
un apoyo fundamental para la adquisición de los aprendizajes establecidos en el
currículo escolar, pero también una importante contribución para conseguir la
adaptación al medio hospitalario. A través de actividades planificadas se
pretende paliar el posible retraso pedagógico, prevenir el fracaso escolar
estableciendo canales de información claros entre el profesorado acerca de las
maneras más acertadas de actuar en caso de enfermedades crónicas, el desarrollo
de programas y actividades educativas orientadas a una mayor sensibilización y
promoción de actitudes y estados de opinión favorables a la integración de
estos niños y niñas. Se pretende ofrecer una atención integral que logre la
concurrencia de las necesidades psicológicas y educativas del niño continuando
con, si las condiciones de salud lo permiten, con el currículo establecido
realizando en caso necesario las oportunas adaptaciones; proporcionando una
atención educativa que atienda las necesidades pedagógicas, expresivas,
sociales, afectivas, lúdicas de los niños y niñas hospitalizados, asegurando la
continuidad del proceso enseñanza-aprendizaje, favoreciendo un clima de
participación, integración socio-afectiva de los niños y niñas hospitalizados,
desarrollando actividades que permitan la expresión personal
afectivo-emocional., ofreciendo asesoramiento a los padres y colaborando con el
personal de atención primaria por medio de la orientación.
Para
hacer efectivos los “derechos de los niños hospitalizados”, reconocidos en
diversos documentos y legislaciones internacionales, es necesario ofrecer
espacios propicios de juego y materiales de juego adaptados a las condiciones
particulares de los niños en los hospitales.
“La
manera cómo una sociedad trata a sus niños refleja no sólo sus cualidades de compasión
y cuidado protector, sino también, su sentido de justicia, su compromiso para
con el futuro y su interés de mejorar la condición humana en las próximas
generaciones. Esta es una verdad indiscutible, tanto para la comunidad de las
naciones como para las naciones individuales”. Javier Pérez Cuéllar, 1980
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