martes, 19 de abril de 2016

Intervención Psicosocial en Niños con Cáncer: Animación y Aulas Hospitalarias


Intervención Psicosocial en Niños con Cáncer: Animación y Aulas Hospitalarias}
Por Lic. Karen Silvana Flores Quisbert
Psicóloga


Estudios sobre los efectos de la hospitalización que se producen en el niño comenzaron a principios del siglo XX. Surgieron los términos “Hospitalismo” y “depresión anaclíitica” para describir la mayor mortalidad y gravedad de sintomatología producida por la privación de estímulos adecuados de niños criados en hospicios. Debido a éstas observaciones, surgió a mediados del siglo, la preocupación por las necesidades del niño hospitalizado. A partir de los años 80 se redactaron diversos documentos con el objetivo de determinar los derechos de los niños hospitalizados y de sensibilizar a los distintos profesionales respecto a las necesidades asociadas a la hospitalización. Algunos ejemplos los encontramos en la Carta Europea de los Derechos del Niño Hospitalizado (aprobada en 1986), Recomendaciones sobre la Hospitalización Infantil aprobadas por el Comité hospitalario de la Comunidad Económica Europea el mismo año.

Actualmente existe acuerdo en que la hospitalización puede ser un acontecimiento estresante que repercute negativamente en el desarrollo del niño. Para él, representa un cambio de medio en el cual puede asumir diferentes actitudes: sentirse abandonado, solo y estar propenso a desarrollar estrés, ansiedad, miedo, rabia y aislamiento social. Pueden surgir signos de interés clínico como llanto prolongado, retraimiento, depresión, miedo, rabia y sentimientos de soledad, abandono y culpa. Estas alteraciones pueden conducir a la vez al empeoramiento del diagnóstico, obstaculizando gravemente el proceso de recuperación de la salud.

 En éste sentido, se han realizado diferentes acciones para mejorar las condiciones hospitalarias y proporcionar una atención individualizada y coordinada de los distintos profesionales, favoreciendo la adaptación del niño al contexto hospitalario y reduciendo las posibles repercusiones negativas en el niño y su familia; dos de las cuales tomamos en cuenta en éste momento como fundamentales para brindar una atención integral en salud: Las aulas y animación hospitalaria.
La práctica de animación hospitalaria surge en Estados Unidos en la década de los 70 a cargo del Dr. Hunter (Patch) Adams. (Jaluff y Panizza, 2012; Baliari, Rosado, 2010). Su práctica se ha expandido por el mundo rápidamente, formando parte de diferentes ámbitos sanitarios, buscando que los pacientes y sus familiares tengan una estadía hospitalaria y tratamiento más ameno (Nogueira, 2006). Éstos programas consisten en la planificación progresiva de un conjunto de actividades, con el objetivo de satisfacer las necesidades planteadas por el niño y su familia frente a la experiencia de la hospitalización, incrementando con ello el bienestar del niño y sus padres. Su visión “generar un nuevo concepto de convivencia en los centros de salud, en el que tanto los pacientes como los colaboradores del hospital entiendan su estado de salud con una sonrisa”. En varias investigaciones se concluyó que las dinámicas de animación hospitalaria son “una herramienta más en el proceso asistencial que mejora la calidad de la hospitalización, siendo muy bien recibida por el niño y su familia” (Gutierrez y Friedler).

Con la animación hospitalaria se destaca la estimulación social y física, juego estructurado, incremento del contacto familiar, promoción de la confianza en el personal de salud, mantenimiento de una apariencia física adecuada, minimizar las ausencias de los familiares, hablar sobre la enfermedad y cómo responde el organismo al tratamiento.
Se ha comprobado científicamente los beneficios de los programas de animación hospitalaria  al reducir la vulnerabilidad al estrés, potenciar la habilidad para afrontar la ansiedad y desarrollar o mantener el sentimiento de competencia que facilita de forma eficaz en los niños y sus padres, así como en la institución hospitalaria al reducir las estancias en el hospital, las necesidades de medicación, disminuyendo de esta manera los costes económicos de la hospitalización y la necesidad de servicios médicos posteriores, visualizándose en la disminución de enuresis, las pesadillas y el llanto, además del incremento de la comunicación con los padres, el personal de salud y sus iguales (Calmez, Regalado, Guevera, 2008 en Ortigosa et al. 2009, Dionigi Flangini, Gremigni, 2012).

El objetivo de los animadores hospitalarios es el de “acompañar al niño hospitalizado hacia un estado lúdico, en el cual el paciente sea un participante activo capaz de elaborar su situación de enfermedad e internación hospitalaria, creando un espacio donde pueda exteriorizar sus ansiedades, sentimientos, como así también comunicarse libremente” (Skrbeck y Andrusiewics,2014), todo ello por medio del juego como un instrumento con tres funciones: recreación, expresión y como un medio terapéutico brindándole la oportunidad al niño de asumir un rol activo en la toma de decisiones en su estancia hospitalaria. Especialmente estimula el desarrollo sensorio motriz, intelectual, social, moral de la creatividad y de la autoconciencia del niño (Palomo Blanco, 1995).

Sin embargo, se ha observado la complementariedad de los programas de animación con las llamadas “aulas hospitalarias”.

Las  Aulas Hospitalarias son las unidades escolares surgidas dentro del hospital, con el objetivo principal de atender escolarmente a los niños hospitalizado. En ella se aúnan dos derechos fundamentales: el de educación y el de la salud. Derechos que cobran toda su dimensión humana cuando se trata de niños que sufren, que tienen miedo, que pueden sufrir aislamiento o que pueden ver retrasado su desarrollo intelectual y psicológico, si les falta la educación.

Representan un apoyo fundamental para la adquisición de los aprendizajes establecidos en el currículo escolar, pero también una importante contribución para conseguir la adaptación al medio hospitalario. A través de actividades planificadas se pretende paliar el posible retraso pedagógico, prevenir el fracaso escolar estableciendo canales de información claros entre el profesorado acerca de las maneras más acertadas de actuar en caso de enfermedades crónicas, el desarrollo de programas y actividades educativas orientadas a una mayor sensibilización y promoción de actitudes y estados de opinión favorables a la integración de estos niños y niñas. Se pretende ofrecer una atención integral que logre la concurrencia de las necesidades psicológicas y educativas del niño continuando con, si las condiciones de salud lo permiten, con el currículo establecido realizando en caso necesario las oportunas adaptaciones; proporcionando una atención educativa que atienda las necesidades pedagógicas, expresivas, sociales, afectivas, lúdicas de los niños y niñas hospitalizados, asegurando la continuidad del proceso enseñanza-aprendizaje, favoreciendo un clima de participación, integración socio-afectiva de los niños y niñas hospitalizados, desarrollando actividades que permitan la expresión personal afectivo-emocional., ofreciendo asesoramiento a los padres y colaborando con el personal de atención primaria por medio de la orientación.

Para hacer efectivos los “derechos de los niños hospitalizados”, reconocidos en diversos documentos y legislaciones internacionales, es necesario ofrecer espacios propicios de juego y materiales de juego adaptados a las condiciones particulares de los niños en los hospitales.



“La manera cómo una sociedad trata a sus niños refleja no sólo sus cualidades de compasión y cuidado protector, sino también, su sentido de justicia, su compromiso para con el futuro y su interés de mejorar la condición humana en las próximas generaciones. Esta es una verdad indiscutible, tanto para la comunidad de las naciones como para las naciones individuales”. Javier Pérez Cuéllar, 1980


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